Lucho Soria / Resumen Latinoamericano / 17 de septiembre de 2019
En el juicio que se desarrolla, en la elevación del mismo, el fiscal Dante Vega incluyó las acciones del terrorismo de Estado en la dictadura del general Lanusse, el secuestro de los militantes Sara Palacio y Marcelo Verd. En su texto, la historia de organizaciones revolucionarias en los inicios de la década setentista. Dante Vega fue fiscal del juicio de la justicia de la dictadura en esa provincia, condenados a perpetua, también lo fue en el juicio de Paco Urondo, la Masacre de Trelew, entre otros. Lo de Sara y Marcelo, reafirma que la memoria es rebeldía contra el olvido y la impunidad.
El texto de la presentación de la fiscalía:
«Marcelo Verd -oriundo de San Juan- y Sara Palacio –de Mendoza-se conocieron en su época de estudiantes, en Córdoba, entre las filas de la Federación Universitaria Argentina (FUA). Se casaron en 1961 y tuvieron dos hijas. En 1969 la pareja obtuvo una beca y viajó a Francia.
A su regreso, Sara y Marcelo se sumaron al Movimiento de Izquierda Revolucionaria Argentino (MIRA) y luego al Ejército Guerrillero de Pueblo (EGP), vinculado con la estrategia guevarista de expansión de la Revolución Cubana. Precisamente, en ese país recibirían entrenamiento militar. De vuelta en Argentina integraron el Ejército de Liberación Nacional (ELN), disuelto tras la muerte de Guevara en Bolivia. Gran parte de sus militantes conformó luego las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), incluido el matrimonio Verd-Palacio. El asesinato del Che en 1967 incidió en la definición de la organización como guerrilla urbana y las acciones armadas contra el gobierno de facto fueron en aumento. No obstante, hacia fines de 1970 la pareja se había distanciado de las FAR y vivía en con sus dos hijas en Arenales, San Juan.
Poco después de que las FAR se adjudicaran el asalto a un camión militar con armamento cerca de Pilar -Buenos Aires- en abril de 1971, sus militantes comenzaron a sufrir secuestros. A las detenciones de Verd y Palacio le siguieron Juan Pablo Maestre, Mirta Misetich y Roberto Quieto. Estos hechos ya presentaban los rasgos característicos de la represión sistemática posterior y constituyen delitos de lesa humanidad: inteligencia previa, intervención de varias fuerzas y grupos de tareas, secuestros, tortura y, en algunos casos, la desaparición forzada.
Luego del rotundo triunfo del peronismo en 1973, a fines de ese año las FAR se fusionaron con Montoneros y algunos de sus dirigentes -como Osatinsky y Quieto- ocuparon lugares en la conducción.
Los hechos
El matrimonio Verd-Palacio fue secuestrado en su domicilio, el 2 de julio de 1971 por la mañana. Mientras se llevaba a Marcelo y revolvía la casa, una patota encerró a Mariana y Patricia -de cinco y seis años- en el baño junto a su madre. Luego las introdujeron en otro vehículo y obligaron a Sara -dos hombres le apuntaban por la espalda- a dejar las niñas en la casa de María Eugenia Verd, su cuñada. Las recibió su esposo, José Ramón Mini, quien notó que la mujer estaba nerviosa. Los tres autos que se utilizaron en el procedimiento tenían patentes de Mendoza.
La familia mendocina de Sara se enteró por la radio del episodio y se trasladó a San Juan para reunirse con la familia Verd. Al día siguiente concurrieron al domicilio y comprobaron que estaba revuelto y con pintadas e hicieron la denuncia ante la Policía. Mariana y Patricia quedaron al cuidado de sus parientes maternos en Mendoza.
Vecinos y transeúntes refirieron el comportamiento extraño de unos automóviles ocupados por hombres jóvenes que esa mañana repitieron más de una vez el mismo recorrido. La hija mayor, Mariana Verd Palacios, declaró poco después sobre el operativo y mencionó que los intrusos tenían armas y habían golpeado a su padre. También confirmó la presencia de tres autos. Meses más tarde, llamada por la instrucción, reconoció en fotografías a uno de los captores: al momento de las detenciones, prestaba funciones en el Destacamento 144 como Personal Civil de Inteligencia.
A raíz de la investigación policial, la pareja desaparecida fue procesada por las normas antisubversivas de la época por tenencia de explosivos y falsificación, entre otros delitos. Sin embargo, fue sobreseída por las leyes de amnistía de Cámpora en el 73.
El padre de Marcelo, Aburnio Verd, comenzó a recibir llamados extorsivos donde pedían dinero a cambio de la vida de su hijo. La Policía reconoció con sorprendente celeridad al responsable a partir de unas escuchas, pero no aportó información sobre la pareja. La investigación se estancó poco después pese a la repercusión mediática del caso y a los esfuerzos de búsqueda de las familias. Por ejemplo, María Angélica Palacio -una de las hermanas de Sara- se entrevistó con Carlos Néstor Bulacios, Jefe del Destacamento Militar 8 –luego 144- en su cede de calle Emilio Civit por recomendación del Presidente de la Cámara Federal de Apelaciones, Rodolfo Baigorri.»
Juan Carlos era de ascendencia japonesa. Nació del 26 de junio de 1947, tenía 29 años cuando fue secuestrado. Era estudiante de Letras, poeta, militante social y periodista. Tenía a su cargo la sección “Rincón para la gente que escribe” del periódico Akoku Hippo, de la colectividad japonesa. Colaboró en diversos medios de América Latina, entre ellos, la Revista Amaru. Entre 1970 y 1972 viajó por el interior del país con el objetivo de conocer la forma en que vivía el pueblo e investigar el origen de las culturas latinoamericanas. En mayo de 1975 fue detenido por una requisa militar, en Avellaneda, estuvo desaparecido dos días y luego fue derivado a la cárcel de Olmos hasta su sobreseimiento, dos meses después. A inicios del mes de mayo del 77 tramitó su carnet profesional de periodista, esperanzado en que le permitiera facilidades de desplazamiento. Pese a los impedimentos físicos provocados por una poliomielitis que tuvo en su infancia, Juan Carlos practicaba deportes, judo y natación. Amaba la poesía de César Vallejo y Nicolás Guillén. Era militante del PRT y pacifista.
El 17 de mayo de 1977 un grupo armado lo secuestró de su casa. Estuvo detenido en El Atlético, donde fue visto por Pablo Rieznik.
A ALFOSINA STORNI
Que lástima, Alfonsina
no haberte traído conmigo, en tus poesías,
tus palabras me hubieran
aliviado
y algún consuelo hubiera hallado mi alma.
Que lastima, Alfonsina
que tan lejos
estén nuestro tiempo si tan cerca
se tocan nuestra almas
yo también
quisiera dar mi amor al mundo
con total libertad de mi conciencia
sin que manos invisibles me modelen
al pensar el sentir y el movimiento
yo también quiero romper
con veinte siglos de ataduras
y de males
también yo quiero dar mi amor
al hombre , en un mundo total
de amores porpios
¿ Te das cuenta Alfonsina?
Tu pensar es mi pensar y es mi anhelo,
es la meta propuesta a mi destino
es ese amor en plenitud, sin ataduras
esa libertad interior con pluspotencia
Yo volaré y volarán conmigo
serán alas palomas mis palabras
serán alas palabras, espacio abierto
y corazón al cielo
Yo volaré y volarán conmigo
mis hermanos
todos conmigo, con el amor
que es fuerza
con la ternura que es paloma
y vuela
con este canto que es amor
y sueña
con este canto de amor
que es primavera
con este alto vuelo
que es presencia
que es sensación de espera
Para quedarme en todos
Si yo me llamara juan ternura
qué distinto sería todo…
dejaría de ser yo para ser todos
un gol de media cancha entre
los pibes
una ternura abierta entre palomas
un corazón al sol
y un algo indefinible
cubriendo la mañana.
Sin embargo, soy juan carlos apenas
y no me alcanza para quedarme
en todos.
Jorge nació el 2 de enero de 1958, tenía 5 hermanos.
Era soltero.
Estudiaba en la escuela secundaria, en la escuela Técnica de Villa Ballester, en el turno noche y militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores.
Cantaba, tocaba la guitarra y estaba en un grupo musical.
Era metodista.
El 10 de noviembre de 1976 un grupo de cinco hombres portando armas largas entraron en la casa de la familia Oshiro en Villa Ballester, la revisaron y se llevaron a Jorge Luis. No utilizaron violencia y el operativo fue hecho mayormente en silencio. Era claro, sin embargo, de que conocían tanto la distribución de la casa como a Jorge en particular, ya que sus dos hermanos menores (de 16 y 17 años) se le parecían mucho, pero a ellos no los molestaron para nada.
Fue visto en el CCD Campo de Mayo por el sobreviviente Eduardo Cagnolo